Introducción a la fitoterapia


La Real Academia Española, define el término fitoterapia como tratamiento de las enfermedades mediante plantas o sustancias vegetales y su interés social se ha ido incrementando a lo largo de los últimos años, debido, básicamente, a una mayor preocupación por el mantenimiento de un buen estado de salud con medios y recursos cada vez menos agresivos. Esto ha redundado en una mayor preocupación e interés por los productos naturales.

Esta terapia ha sido relegada durante tiempo a un segundo plano, a pesar de que los principales medicamentos surgen del ámbito natural. La falta de bases científicas sólidas que avalaran la capacidad curativa de muchos de estos productos ha contribuido a ello. El interés de la sociedad del bienestar del siglo XX y XXI ha obligado al mundo médico y científico a evaluar, de una manera reglada y mediante ensayos clínicos, las características y aplicaciones de los productos naturales. Pensar que esta gama de productos son inocuos es una necedad. Su administración debe obedecer a unos criterios tan rigurosos como el resto de medicamentos, con las debidas precauciones, dado que un mal uso puede ser perjudicial para la salud. Como para cualquier medicación, para los productos naturales debemos conocer la dosis óptima, sus indicaciones y contraindicaciones, interacciones y efectos secundarios. Y, sobre todo, debe ser recomendada por personas adiestradas y formadas en este tipo de terapias.


LA FITOTERAPIA A LO LARGO DE LA HISTORIA

El conocimiento de las propiedades terapéuticas de las plantas ya la conocían los asirios, fenicios y la antigua civilización mesopotámica. En Egipto, el papiro Ebers, el primer documento médico de la antigüedad, hace referencia a casi mil recetas con ajo, cebolla, miel, higos y algunos minerales para expulsar del cuerpo las materias nocivas. En China e India son numerosas las reseñas históricas sobre la aplicación de las hierbas medicinales. Las escuelas médicas de la Grecia antigua, desde Hipócrates, considerado como el “Padre de la Medicina”, Galeno, precursor de la farmacopea, o Celso, por citar a algunos, establecieron las directrices para la correcta administración de las plantas medicinales. El oscurantismo durante la Edad Media, con la represión impuesta por la Santa Inquisición, estancó e hizo retroceder la ciencia médica y con ello, el progreso en campo de la terapéutica. Sólo algunos monjes, traduciendo los textos clásicos, conservaron la potestad de ejercer el arte de la curación con plantas no sin correr el peligro de acabar en una hoguera por realizar “conjuros demoníacos” y siempre mal vistos por parte de la Iglesia (el papa Inocencio II llegó a prohibir el ejercicio de la medicina a los eclesiásticos al considerar que abandonaban sus prácticas religiosas al dedicar demasiado a los deberes médicos). El contacto con los pueblos indígenas tras el descubrimiento de América enriqueció la farmacopea a partir del siglo XV. En el siglo XIX empiezan a aislarse los primeros principios activos de las plantas, y es el siglo XX el que marca el liderazgo de los productos sintéticos, que deja relegadas las plantas medicinales a un segundo plano.


LA FITOTERAPIA EN EL SIGLO XXI

En la actualidad, casi el 25% de los fármacos se obtienen de alguna planta y un porcentaje muchísimo mayor contiene algún principio activo vegetal. Este hecho, unido al creciente interés por la fitoterapia, está planteando un problema desconocido hasta ahora: la industria farmacéutica ha sobreexplotado los recursos naturales en los países pobres, sin prever la posibilidad de que dichos recursos corrieran el peligro de agotarse. En estos momentos, más de 10.000 especies de plantas, de las 50.000 que se conocen con propiedades medicinales, están en peligro de extinción. La industria farmacéutica debe garantizar, de alguna forma, la conservación de los recursos naturales que utiliza como negocio y, junto a la comunidad científica mundial, realizar un esfuerzo en la investigación relativa a las plantas medicinales que garantice la misma calidad, seguridad y criterios de eficacia que el resto de medicamentos. Esto debiera constituir una obligación moral y ética para con el 80% de la población mundial, cuya atención primaria sanitaria depende, casi exclusivamente, de las plantas medicinales.

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